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Mostrando entradas de marzo, 2010

7 estaciones: invierno al cuadrado

Si excluyes a los especialistas, y a los bomberos, y a los conductores de fórmula uno, una de las sensaciones más angustiosas que puede tener un hombre son las turbulencias de los aviones. Hasta que no ocurren, hasta que el agua del vaso no se derrama y se descuelgan por accidente las mascarillas de oxígeno, hasta entonces la mayoría no se da cuenta de que está suspendido a diez mil pies de altura, arriba, más arriba de lo que ha estado jamás, y de que un pequeño fallo podría partirle la columna de manera infinitesimal contra el océano. Y lo peor no sería no poder andar, sino seguir viendo el accidente una y otra vez en la parte de atrás de la cabeza. Y sin embargo, sólo los muy cobardes renuncian a volar, y luego pasan las noches de sueños largos imaginando su vida en el aire. Pasa lo mismo con el amor. Por eso cuando pasa la tormenta sientes entre tus dedos la bola extra que te ha sido concedida, y escribes en siete partes un diario de acción de gracias que se moja por los lados y em...

7 estaciones: otoño dos

La única manera de empaparse la mitad es convertirse en el doble, así que la oportunidad del otoño de vuelta es la tabla del primer número no primo. Al fin y al cabo los paraguas son unos productores perfectos de micronaciones, y la masa crítica de los países recién sacados del horno es menor de tres. Por eso después de tanto tiempo hablando del agua, una tarde seca significa lo mismo que las películas: por lo menos dos horas de oxígeno sin el hache (dos) añadido. Y el otoño, aunque no lo parezca, es un conducto perfecto para el cine, porque lo pasamos entero convirtiéndonos en nuestros dobles, sí, para mojarnos la mitad.

7 estaciones: verano de nuevo

Los veranos de interior vienen en los manuales de instrucciones de los puzzles. Son la respuesta a los principios sin final, es uno de los sinónimos que encuentran las piezas que se han quedado sin participar en el baile, y que se encuentran desnortadas en la esquina menos poética de la habitación. Los veranos de interior son los que no tienen el mar. El mar es el libro de soluciones, pero los veranos de interior son igual de interesantes que un trozo de cielo perdido o que la impresión de unos ladrillos que no tienen un lugar concreto donde caerse muertos: puedes quedarte mirándolos y jugar a imaginar con qué encajarían mejor. Por ejemplo imaginar que pasamos el día en un lago, desnudos, después de haber remado hasta el centro hasta quedar a salvo de los protectores solares de las cámaras digitales de la ropa de marca de los lunes de nueve a dos y de tres a seis. Y tiro porque me toca del tapón del lago y el agua, la misma que forma el cemento, se evapora hasta el centro de la tierra ...

7 estaciones: primavera

La palabra primavera contiene la palabra amar. Tiene las letras dentro, como cuando descubres las tijeras y los nueve años y rajas el peluche que ha dormido contigo más que muchos de los hombres que conocerás y metes dentro tus pendientes preferidos y luego juegas a suturarlo con las agujas de mamá. Tiene las letras dentro, pero las tiene desordenadas; el estómago es la montaña rusa interna del cuerpo. Además entra en escena el sexo y, en el movimiento de un orgasmo a otro, la primavera hace la digestión de amar. Los médicos recomiendan no bañarse en ese tiempo, así que el agua, que como ya sabemos es el único elemento que le podría dar verticalidad al cuerpo, queda excluida de la ecuación. Pasaremos la hora de la siesta tumbados sobre la hierba con el estómago lleno de sopa de cuatro letras.

7 estaciones: invierno

En invierno se multiplica la población de cigarrillos al borde del suicidio. No hay nada más que hacer en esta burda ciudad con exceso de fantasmas per cápita, sólo fumar y mirar por la ventana y tener tics nerviosos que nos recuerdan que nos gusta conducir. La vida está ahí fuera, pero el temporal es una madrastra cruel que nos deja sin baile. Así que el invierno está hecho para las nuevas cenicientas. Tú eres una de ellas. Vaya si eres una de ellas, te sabes los diálogos de la película desde que eras pequeña. El invierno está hecho para las películas, porque, al igual que el verano, provoca el acercamiento de los cuerpos. Los cuerpos se acercan en invierno para acordarse del verano, porque dos cuerpos que hacen reventar juntos sus juntas de dilatación siempre se encuentran en una estación distinta a la del mundo entero.

7 estaciones: otoño

Dicen del otoño que es la temporada de las lluvias. El agua tiene varias propiedades interesantes. El agua rescata el norte corporal, por ejemplo. Cuando después de la horizontalidad salvaje nocturna el espacio que antes ocupaban en la cabeza las coordenadas del propio cuerpo se ve sustituido por una noción parcial de la ubicación del mapa del tesoro en otro (equis entre las piernas), entonces el agua ayuda en la cirugía que extrae de la brújula el imán y averigua de nuevo dónde está la verticalidad: justo al polo opuesto del desagüe. Luego están las duchas acompañadas, que tienen el efecto contrario: boomerang a la cama. Pero todo viene del cemento. El agua también es un elemento necesario en la formación del cemento. El cemento es un elemento necesario en la construcción de carreteras. Sin carreteras no podríamos hacer el amor salvajemente y luego ducharnos y luego que el agua nos cite nuestra verticalidad colándose por los agujeros que el cemento ha dejado en el suelo de nuestro bañ...

7 estaciones: verano

El calor provoca la dilatación de los cuerpos. En las carreteras, imperceptibles y aburridas aguardan el verano largas tiras de caucho negro. Atravesadas, tumbadas día y noche, a la vez en ambos lados mientras no cumpla el mercurio la mayoría de edad. Como el piloto de un vuelo trasatlántico eterno, como los pasajeros del metropolitano de Tokyo esperan la hora punta con el corazón doblado en una esquina del bolsillo. El verano tiene los termómetros llenos de gordos que empujan para caber en el mismo sitio, y nadie puede evitarlo. Es curioso que la dilatación se produzca físicamente por el aumento en la energía cinética de las moléculas. Eso significa que si transmitimos a los cuerpos que van dentro la velocidad del vehículo que pasa sobre las juntas de dilatación en el preciso momento en el que éstas se rinden a la evidencia de que los dos trozos de asfalto que separan se van a besar entonces será inevitable que se enamoren por contacto. Luego está el agua, pero cuando llega es demasia...